BIZANCIO

ONCE SIGLOS DEL IMPERIO ROMANO DE ORIENTE,

TAMBIÉN LLAMADO «IMPERIO BIZANTINO»

  Resumen del seminario de cinco conferencias del   Prof. Igor Andruskiewitsch   sobre «Historia y cultura de Bizancio», organizado por «Cariátide» en al auditorio del Primer Parlamento Argentino (Sala de Representantes de la Manzana de las Luces), en el año 1997 

 

ADVERTENCIAS Y ACOTACIONES PRELIMINARES

En la historia universal (entendida, no como la historia en sí, sino como la «enseñanza» de la misma) quizás no exista un ejemplo mayor de mezcla deliberada de confusión, ocultamiento y tergiversación, que la historia de Bizancio. Hasta se podría decir, que estamos frente a un típico caso de «leyenda negra». Para poder superar tal estado de cosas, en aras de la verdad científica (con rigor y radicalmente, como pedía en casos semejantes José Ortega y Gasset), evidentemente, es necesario efectuar una triple tarea: 1. Revelar, por lo menos, los casos más importantes de dichos ocultamientos y tergiversasiones, causantes de la confusión existente. 2. Proponer una hipótesis de las causas principales de tales actitudes. 3. Esbozar una correcta y verídica estructura de la historia de Bizancio, en el marco de la historia universal. Lógicamente, puede haber varias metodologías para dicha tarea, que no es demasiado difícil, pero sí, muy voluminosa.

En el presente caso, es inevitable constreñirse a la tercera tarea, que es la principal: esbozar una correcta y verídica estructura de la historia de los once siglos de Bizancio, en el marco de la historia universal.

Con esta enunciación ya se ha efectuado una de las acotaciones preliminares de mayor importancia: efectivamente, la historia de Bizancio es de una excepcional duración; inclusive, es 40 años mayor que la historia de Roma como capital del Estado Romano. Desde la fundación de Roma en el año 753 AC, hasta el traslado de la Capital del Estado Romano a Constantinopla en el año 330 DC, tenemos un lapso de 1083 años. Sin embargo, Constantinopla fue capital del Estado Romano hasta el año 1453, cuando fue tomada por los turcos, lo que nos da una duración de 1123 años, o sea algo más de once siglos.

La segunda acotación preliminar importante puede parecer asombrosa: el llamado «Imperio Bizantino» nunca fue llamado así durante su existencia de once siglos por nadie, ni por sus ciudadanos ni por ningún extranjero. Este nombre es posterior en más de cien años a la caída del Imperio. Fue acuñado por primera vez por un autor alemán en el año 1562 («Corpus Historiae Bizantinae», de Wolf), con el pretexto de que, en el lugar de la fundación de la Nueva Roma por el emperador San Constantino el Magno en el año 330 DC, existía anteriormente una pequeña población griega llamada Bizantión, fundada en la primera mitad del siglo VII AC por los emigrantes de Megara, acaudillados por el jefe de la expedición, Byzas (Buzas), de quien, al parecer, se deriva su nombre.  

En la época de los viajes misioneros de los Apóstoles, San Andrés llega también a Bizantión y designa allí un obispo. Es casi lo único que conserva la Nueva Roma de la vieja Bizantión: la misma sede episcopal. Por eso, San Andrés es patrono del Imperio Bizantino, igual que posteriormente lo sería del Ruso. La Nueva Roma pronto es llamada Constantinopla, o simplemente «Polin», «la Ciudad», y también “sthn polhn”, Stin Polin, (que los turcos luego tergiversarían en «Estambul»). Sin embargo, todavía en los siglos XI y XII los Patriarcas Ecuménicos de Constantinopla usan sellos oficiales con el nombre de «Patriarcas de la Nueva Roma». Los ciudadanos del Imperio se llaman a sí mismos «romeos», o sea «romanos», aún después la caída del mismo en el siglo XV. Y hasta el idioma griego, que prevaleció sobre el latín en forma definitiva a partir del Emperador Justiniano (527 - 565), era llamado «idioma romano» («romeko»), pero nunca «bizantino».

 

EL ESTADO ROMANO

Lo que hoy llamamos Imperio Bizantino era, en realidad, el Estado Romano (res publica, imperium). El estado romano existió 2.206 años, de los cuales durante 1.083 años tuvo su capital en Roma y durante 1.123 años, en Constantinopla. (Con breves e insubstanciales interrupciones en ambos casos). Este estado era considerado un solo estado, aunque con varias subdivisiones, desde el Emperador Diocleciano, desde fines del siglo III DC. Recién es subdividido en dos imperios (Oriental y Occidental) por el Emperador de origen español Theodosio el Magno, en el año 395 DC, entre sus hijos Arcadio y Honorio. Pero aún después de esta división, el Imperio Romano es considerado teóricamente un solo estado, con preeminencia del Emperador de Oriente sobre el Emperador de Occidente.

Para una mejor ubicación de la historia bizantina conviene esbozar previamente la siguiente

Estructura cronológica de la historia universal:

Prehistoria: hasta aprox. 3000 antes de Cristo.

Edad antigua:                  3000 AC      476 DC

Edad media:                    476 DC    1453 DC

Edad moderna:              1453 DC    1789 DC

Edad contemporánea:    1789 DC     sigue.

De tal manera, tenemos cuatro grandes períodos o «edades» de la historia humana, con tres fechas divisorias entre ellos. Dos de estas tres fechas divisorias pertenecen a la historia bizantina: 476, año de la caída de Roma, capital de la parte occidental del Imperio Romano (estando la capital principal desde el año 330 en Constantinopla), y  1453, año de la caída de Constantinopla. Quiere decir, que el Imperio Bizantino existió durante un siglo y medio durante la Edad antigua, y luego, sin solución de continuidad, prosiguió existiendo durante la totalidad de la Edad media.

Ahora conviene esbozar la estructura cronológica total de la historia del Estado Romano.

 

Estructura cronológica del Estado Romano:

Fundación de Roma (como monarquía):           753 AC                                            

Institución del consulado:                                 510 AC                                                              

Institución del imperio:                                        30 AC                                                                    

Traslado de la capital a Constantinopla:            330 DC                                          

 

Total de años de Roma como capital:                1.083                       

División del Imperio (Arcadio y Honorio):          395 DC                    

Ravena es Capital del Imperio de Occidente:       400 DC                                  

Caída de Roma y del Imperio Occidental

   (Rómulo Augústulo):                                         476 DC

Pérdida de Cartago:                                               697 DC                                                         

Saqueo y profanación de Constantinopla:           1204 DC                               

Toma de Constantinopla por los turcos:              1453 DC                                 

 

Total de años de Constantinopla

como capital :                                                     1.123

 

Total de años del Estado Romano:                   2.206                               

 

   

ORÍGENES Y CAUSAS DE LA DIVISIÓN  

Ya en la habitual invocación permanente de cultura greco-romana, tenemos la indicación principal de dualidad de la civilización del Imperio Romano, a partir de la incorporación de Grecia al mismo, en el siglo II AC, dualidad luego reforzada con la incorporación de los estados helenísticos de Siria y de Egipto. El pensador ruso Alexis Jomiakov subraya la falta de estudios sobre la dualidad de esta civilización, y José Ortega y Gasset habla de la Italia bilingüe hasta el siglo V DC. Esta dualidad se hace más visible desde la subdivisión del Imperio en cuatro partes por Diocleciano (la famosa tetrarquía), que en realidad era una subdivisión en dos partes.

Estos procesos convierten al Estado Romano también en un estado helenístico, a partir del Imperio. Es evidente la influencia de las monarquías paganas helenísticas sobre el Imperio tardío, aunque no haya sido suficientemente estudiada. Tampoco fue suficientemente estudiada la evidente influencia del Egipto helenístico en la civilización del Imperio, incluso en muchos aspectos políticos y administrativos. Una de las consecuencias de estos procesos es la creciente divinización de la figura del Emperador, que resulta absolutamente incompatible con las concepciones cristianas, cada vez más importantes, debido al proceso simultáneo de la cristianización del Imperio, sobre todo en el seno del Ejército Imperial.

Todo ello lleva a la inevitable necesidad histórica de una transfiguración, de una nueva atmósfera histórica. Entonces, se produce una «renuncia providencial al intento de una imposible renovación total cristiana de la antigua Roma». (Prof. K. Saizef). La visión histórica de Constantino el Magno descubre entonces la necesidad de una nueva capital del Imperio, porque «el vino nuevo no se echa en odres viejos».

Estas causas culturales e ideológicas son preponderantes. Sobre la línea divisoria lingüístico-cultural existente dentro del Imperio se traza también una línea divisoria político-administrativa, pero no de una manera exacta, sino más bien arbitraria, sobre todo en la Península Balcánica.

La línea divisoria no toma en cuenta ningún accidente geográfico ni étnico: parte desde la actual Belgrado, sobre el Danubio, y se dirige al sur, hacia Africa, pasando entre Italia y Albania, coincidiendo aproximadamente con el meridiano 19 al este de Greenwich. (Esta es una de las causas, quizás cronológicamente la primera, de los problemas actuales en los Balcanes).

Lógicamente, existen también causas geopolíticas, como, por ejemplo, una mayor densidad de población y una mayor riqueza económica en la parte oriental del Imperio. También se debe tener en cuenta la posición geopolítica y comercial de la nueva capital elegida, que era un inmejorable cruce de rutas comerciales entre Asia y Europa y, a la vez, un lugar con defensas naturales también inmejorables.

 

LA FUNDACIÓN DE CONSTANTINOPLA

Ya desde los mismos inicios del Imperio, los emperadores romanos habían manifestado muchas veces su intención de trasladar a Oriente la capital del Estado Romano. Según Suetonio (I, 79), ya Julio César proyectaba trasladar la capital a Alejandría (capital intelectual del Imperio) o a Ilión (la antigua Troya). Los emperadores de los dos primeros siglos de la era cristiana abandonaban a menudo Roma durante largos períodos. Diocleciano (284 - 305) prefería la ciudad bitinia de Nicomedia, en Asia Menor, que embelleció con magníficas construcciones. Constantino el Magno decidió definitivamente trasladar la capital a Oriente. Según algunos autores, al principio quizás pensaba en Naisos (Nisch, ex Yugoslavia), donde había nacido, o en Sárdica (Sofía, actual Bulgaria), o en Tesalónica (Grecia). Pero, sobre todo, centraba su atención en el lugar de la antigua Troya, de donde, según la leyenda, había partido hacia Italia Eneas, el antepasado mítico de los fundadores de Roma. El emperador visitó el lugar y trazó personalmente los límites de la ciudad proyectada. Se llegaron a construir las puertas de la ciudad, cuyas ruinas podían verse todavía en el siglo V. Pero luego, San Constantino fijó definitivamente su elección en Bizancio.

Bizancio aún no se había repuesto de la gran devastación que sufriera a fines del siglo II, por parte del emperador Septimio Severo, durante la campaña contra su rival Pescenio Niger. Todavía tenía el aspecto de un pequeño poblado sin importancia. La leyenda refiere que en el año 324 ó 325, el emperador en persona fijó los límites de la ciudad. Se reunieron mano de obra y materiales de construcción procedentes de todas partes del Imperio. Se trajeron los más bellos monumentos de Atenas, de Alejandría, de Antioquía, de Efeso, para embellecer la nueva capital. Cuarenta mil soldados godos («foederati» del Imperio) participaron en los trabajos de la construcción.

En la primavera del año 330 los trabajos ya estaban tan adelantados, que Constantino decidió inaugurar la nueva capital. La inauguración se celebró el 11 de mayo del año 330, y los festejos duraron cuarenta días. El emperador, la corte imperial y el Senado Romano se trasladaron a la Nueva Roma. Para la nueva capital se copió la organización municipal de Roma y fue dividida en 14 «regiones», dos de ellas extramuros. También se concedieron diversos privilegios fiscales y comerciales, para atraer a una población numerosa.

No hay datos para calcular exactamente la población de Constantinopla en el siglo IV, su primer siglo de vida. Quizás ya excediese las 200.000 almas. Los datos supuestos para el siglo siguiente oscilan alrededor de 700.000 y 800.000 habitantes.

 

ESTRUCTURA CRONOLÓGICA DE LA HISTORIA DE BIZANCIO

  330     476:      146 años del Imperio universal, con dos capitales, hasta la caída de Roma;

  476     697:      221 años del Imperio universal con una capital, hasta la caída de Cártago;

  697  — 1054:      357 años del Imperio griego en sinfonía con la Iglesia Universal;

1054  — 1453:      399 años del Imperio griego con el Cisma en la Iglesia Cristiana.

TOTAL:            1.123 años del Imperio Romano de Oriente.

 

Las cuatro etapas de la defensa de Europa por el Imperio, durante once siglos: 1. Contra los persas hasta la mitad del siglo VII. 2. Contra los árabes hasta el siglo XI. 3. Contra los turcos selyúcidas: siglos XI y XII. 4. Contra los turcos osmanlíes: siglos XII - XV.                                 

 

El desarrollo de las relaciones con el Occidente:

 

1.            Unidad y armonía hasta el siglo VIII. (Primeras monedas papales con la efigie del Papa en lugar de la, hasta entonces habitual, efigie del Emperador, en el año 781).

2.            Problemas desde el siglo VIII hasta el siglo XI. Ruptura entre la Iglesia Occidental y las Iglesias Orientales en el año 1054, formalmente, por el agregado en la Iglesia Occidental en el año 1015 de la palabra «Filioque» al Credo (que había sido establecido en el año 325 en el Primer Concilio Ecuménico, convocado por San Constantino en la ciudad de Nicea, casi frente a la entonces ya proyectada Constantinopla).

3.     Beligerancia desde la toma y el saqueo de Constantinopla por los «cruzados» en el año 1204.  Últimos intentos de reconciliación en el siglo XV.

 

BIZANCIO COMO GRAN SÍNTESIS  Y PUENTE CULTURAL

La estructura cronológica y la constitución política y jurídica de Bizancio eran romanas. Era la caparazón, la corteza, la cáscara exterior de Bizancio, pero el contenido cultural era griego y helenístico y la religión y la cosmovisión eran cristianas. También puede decirse que, en Bizancio, la religión cristiana era de origen judío, la lengua y la cultura eran helenísticas y el estado y el derecho romanos.

También es importante tener presente que Bizancio es una gran síntesis cultural y, a la vez, una estafeta cultural. Esta estafeta cultural funciona como una serie de ampliaciones sintetizadoras y tiene la siguiente estructura:

La cultura helénica se convierte en helenística (helenismo + orientalismo), a partir de las conquistas de Alejandro Magno (336 - 323 AC) y luego en bizantina (estado romano + Cristianismo), a partir de Constantino el Magno (312 - 337 DC).

Según Werner Jaeger, el elemento catalizador de la primera ampliación son las palabras de Platón: «Dios es pedagogo del universo» (Leyes, X, 897 b), con la ayuda de las cuales la filosofía griega encuentra un puente de compatibilidad y comunicabilidad con la espiritualidad semita y camita. El elemento catalizador y transfigurador de la segunda ampliación es el Cristianismo, que aporta cuatro nuevas ideas-fuerzas fundamentales:

1. Dios es Creador, además de Legislador y Pedagogo del Cosmos.

2. El hombre es una persona, además de ser un individuo (ser vivo individual) y además de ser un «animal social». El hombre es un ser irrepetible, que posee derechos inalienables. Es un ser libre, que posee libre albedrío, y es co-creador. De esta premisa nace la idea-fuerza de libertad. Además, «in interiore homini habitat Veritas» (San Agustín).

3. Todos los hombres son hijos de Dios, por lo tanto son hermanos. De esta premisa nacen las ideas-fuerzas de fraternidad y solidaridad humanas.

Si Dios es Creador del Cosmos y del Hombre, la historia humana tiene un principio (y va a tener un fin). Por lo tanto, con ello se supera la idea de una historia cíclica, entendida como un «eterno retorno», en forma de una espiral. La historia es lineal, aunque esta línea no sea recta. De esta última idea nace la concepción del progreso.  

Pero todas estas nuevas ideas cristianas son manejadas en Bizancio de acuerdo con la mentalidad básica helena: Todo en su medida, nada en exceso.   

LA CULTURA Y LA CIENCIA EN BIZANCIO 

Bizancio es la continuidad de la Antigüedad, de la cultura helenística, del derecho romano y de la lengua griega, sin quiebres ni amputaciones. Constantinopla es el centro del mundo griego, dentro de las formas del Estado Romano.

El papel vital de la cultura (no separada de la religión ni del estado), se hace evidente con la creación de la primera universidad del mundo: la universidad de Constan-tinopla, fundada por el emperador Constantino en el año 340, ochocientos años antes que las primeras universidades en Europa Occidental. (La universidad de Salerno fue fundada en el año 1150 aproximadamente, la de Bologna en 1158, la de París en 1150-1170, la de Oxford en 1214).

 La universidad de Constantinopla fue reformada en el año 425 por Teodosio II El Joven (408 - 450), quien publicó en dicho año un edicto imperial a tal efecto. El número de profesores se fijaba en treinta y uno. Debían enseñar gramática, retórica, derecho, filosofía, matemática, astronomía y medicina. La enseñanza debía impartise parte en latín y parte en griego. Además de las cátedras de ciencia, se crearon cátedras de gramática latina, de gramática griega, de retórica latina y de retórica griega. La teología no se enseñaba en la universidad, sino en las escuelas especiales de la Iglesia.

La universidad de Constantinopla fue instalada en un edificio especial, dotado de vastas salas de conferencias. Los profesores debían consagrar todo su tiempo y atención a la enseñanza en la universidad y no tenían derecho de dar lecciones particulares. Los candidatos para los cargos de profesores debían rendir exámenes ante el Senado. Al principio, muchos procedían de la Universidad de Alejandría. Los profesores recibían altos sueldos, premios para Navidad y vestidos de seda, para exteriorizar su alta jerarquía. Luego de veinte años de cátedra, recibían una pensión, el título de «condes (komes) de primera clase» y altos cargos en el estado. (El cuerpo de condes, o sea de miembros de la más alta «comitiva» imperial, se componía de ex profesores universitarios y de altos jefes militares, que se habían distinguido en funciones militares y administrativas). La universidad de Constantinopla fue nuevamente reformada en el año 1045 por el Emperador Constantino Monomaco, abuelo del Gran Príncipe de Kiev, Vladimiro Monomaco y bisabuelo del fundador de Moscú, Gran Príncipe de Kiev, Jorge Dolgorukiy.

El emperador Heraclio (610-641) fundó en Constantinopla la Academia Patriarcal de Teología, que luego de la caída de Constantinopla fue reorganizada como una universidad, con el nombre de «Gran Escuela Patriarcal de la Nación», y que existió, sin interrupción, hasta el siglo pasado. El nuevo foco de enseñanza superior cristiana en Constantinopla iba a revelarse como un rival muy poderoso para la Escuela pagana de Atenas, que progresivamente caía en decadencia. Cuando la misma perdió los subsidios estatales, algunos de sus últimos profesores intentaron obtener empleo en Persia.

Además de Constantinopla, en los primeros siglos del Imperio Bizantino, hubo numerosos focos de cultura en varios otros lugares del mismo. El más famoso fue la Universidad de Alejandría, llamada Mouseion. Fundada por Ptolomeo I en el año 295 AC, en ella se enseñaban filosofía, matemática, zoología, astronomía, medicina y filología. Entre las contribuciones de esta universidad a la ciencia se pueden señalar la teoría heliocéntrica, el cálculo de la circunferencia y los aportes a la medicina de Galeno. La primer mujer filósofa, la neoplatonista Hipatia (ca. 370 - 415 DC) también era una bizantina de la Universidad de Alejandría. En el siglo II DC se fundó en Alejandría una Escuela de Catecismo, que se convirtió en una universidad cristiana. De la misma egresaron Clemente de Alejandría, San Justino el Filósofo, Orígenes de Alejandría y otros grandes pensadores. Ambas instituciones académicas alejandrinas convirtieron a Alejandría en el «cerebro del Cristianismo», según algunos autores. Durante los primeros siglos de Bizancio (hasta las conquistas persas y luego árabes en el siglo VII), había centros importantes de cultura también en Capadocia (Asia Menor), en Antioquía y en Beirut (Siria), y en Cesarea (Palestina).

Junto con la universidad, en Bizancio desempeñaron un papel importante las bibliotecas, sobre todo la de Constantinopla, situada entre los palacios imperiales y la Catedral de Santa Sofía. Su importancia se acrecentó después de la pérdida en el siglo VII de la gran biblioteca de Alejandría, la mayor de Bizancio. San Cirilo, creador junto con su hermano San Metodio del alfabeto cirílico en el año 862, era bibliotecario imperial, antes  de que el emperador y el patriarca le encomendaran el trabajo misionero entre los eslavos, por pedido del rey de Moravia. 

En Bizancio no se desarrolló la escolástica, entendida como un enfoque de la filosofía y de las ciencias, que supedita toda discusión a una autoridad previamente aceptada. Por lo tanto, el tan usado giro de «discusiones bizan-tinas» es falso, ya que en Bizancio no hubo tales discusiones, ni filosóficas ni políticas, como las hubiera en Europa Occidental. (En Bizancio hubo muchas luchas  por el poder, entre distintos pretendientes al trono, pero, en once siglos, no  hubo un solo intento de cambio del sistema político). Lo que sí hubo, fueron  disputas teológicas, que se fueron zanjando en los Siete Grandes Concilios Ecuménicos. (El Primero, de Nicea, en el año 325, y el Séptimo, de Constantinopla, en el año 787). Pero la teología no sofocaba a la filosofía ni a la ciencia. También es necesario señalar, que no predominaba Aristóteles, sino que coexistían la gran influencia de Platón (en primer lugar), con la de Aristóteles.

Las ciencias eran consideradas libres y no supeditadas en forma directa a la teología y a la Fe, porque se consideraba que, en definitiva, ellas mismas convergerían con la Verdad, si eran verdaderas. Ello se refleja muy bien en los textos de los múltiples himnos a Cristo y a la Virgen y a las distintas festividades, en los cuales son evidentes las referencias a distintas teorías cosmogónicas. (Por ejemplo, Cristo es comparado con el sol, que es el «centro del mundo»). La coexistencia libre y fértil de distintas hipótesis y teorías científicas es atestiguada además por algunos mapas geográficos bizantinos, que representaban a la tierra redonda, alguno de los cuales, se supone, habría llegado a conocimiento de Colón.

 

EL DERECHO Y LA POLÍTICA

Teodosio II, el emperador que reformó y reglamentó la Universidad de Constantinopla, concibió la idea de compilar por orden cronológico todos los decretos imperiales desde Constantino el Magno. Tras ocho años de trabajo, la comisión convocada por el emperador publicó en el año 438, en lengua latina, el «Codex Theodosianus». Esta compilación puede considerarse como un resumen de la legislación romana desde la conversión cristiana del Imperio. Además, sirvió de base para la confección del Código de Justiniano.

El Código teodosiano, introducido en Occidente en la época de las invasiones germánicas, ejerció una gran influencia sobre la legislación bárbara en particular y de la Europa Occidental en general. La famosa «Ley romana de los visigodos», llamada «Breviario de Alarico», es, principalmente, una abreviación del Código teodosiano. Hasta la época de Carlomagno inclusive, la legislación de Europa Occidental fue influida por el Breviario de Alarico, que se convirtió en la fuente principal de derecho romano en Occidente.

Un siglo más tarde, el emperador Justiniano (527 - 565) ordena recopilar todo el derecho romano, desde sus orígenes. En el año 528 DC se crea una comisión de diez grandes juristas (evocando así a los «decemviros» romanos, que confeccionaron casi mil años antes, en el año 451 AC, las famosas «Doce tablas»).

Ya en el año siguiente (en el 529 DC) estaba listo el famoso Codex Justinianus, con la recopilación de todas las leyes desde el emperador Adriano. En el año 533 fueron publicadas las Pandectae, que son un resumen de casi dos mil antiguos libros jurídicos romanos, y las Instituciones, que es un manual de derecho civil para los estudiantes. Como complemento, Justiniano compuso algunas leyes nuevas, por ello llamadas Novellae leges, algunas escritas, por primera vez, en griego. En el siglo XII, el Código, las Pandectas, las Instituciones y las Novelas fueron reunidas en un solo Corpus juris civilis.

En su Sexta Novela, el emperador Justinino promulga la famosa «Doctrina de la Sinfonía», que puede ser considerada una especie de Macroconstitución Cristiana, que tenía vigencia legal en el Estado y vigencia canónica en la Iglesia, tanto en el Imperio Bizantino, como en el Imperio Ruso.

La Sexta Novela afirma, que «los máximos dones Divinos, dados a los hombres por la suprema benignidad, son el sacerdocio y el imperio». Ambos dones «proceden de una misma fuente» y ambos tienden a un mismo fin: «adornar la vida humana».

Para que estos dones «sean beneficios para el género humano», entre ellos debe existir una buena sinfonía (las palabras griegas kalh sumfvnia son traducidas en una variante latina como «bonus concentus» y, en otra, como «consonantia bona»). Pero, para que haya sinfonía, ambas instituciones deben ajustarse a determinadas condiciones. La Sexta Novela enumera estas condiciones: El sacerdocio debe ser íntegro, honesto y fiel a Dios, y el estado debe tener un «régimen recto» («recte rempublicam») y debe ser decente (decenter) y competente (competenter).

De tal manera, esta Ley de la Sinfonía sintetiza (a la manera típicamente bizantina), con precisión jurídica romana, dos grandes cumbres del pensamiento político de la Antigua Hélade. Porque la exigencia y la definición de «regímenes rectos» y las palabras «ortos politian» son de Aristóteles (Política, 1289 a, etc.), y las exigencias de decencia y de integridad son de Platón (principalmente en la Carta VII).

 Los principios políticos de Bizancio son mayormente ignorados, ocultados por la leyenda negra, pero no están agotados, como lo han sido las circunstancias en que nacieron. Siguen siendo modernos y actuales: repúblicas (estados) rectos, estado de derecho, decencia y competencia gubernamentales, subordinación a la ética, flexibilidad de formas confederales para la convivencia multiétnica.

Estos principios  pueden ser, aún hoy, un programa para muchos casos difíciles, sobre todo en territorios con herencia bizantina. En estos principios pervive Bizancio.

 

CONCLUSIÓN

Bizancio es un puente que une la modernidad con la antigüedad. Bizancio no tuvo Renacimiento, porque el mundo antiguo y la cultura clásica nunca murieron en su estado. Por lo tanto, en cierto sentido tampoco tuvo Medioevo.

Bizancio contribuyó en forma directa al Renacimiento de Europa Occidental desde la Calabria Bizantina, y luego con la emigración bizantina, provocada por el yugo turco. Más aún: esta contribución fue decisiva e imprescindible.

Lamentablemente, su herencia no sólo fue ocultada, sino en parte tergiversada en Occidente, que sufre, en este caso, una especie de complejo de Caín. Porque la cultura bizantina, o la cultura de Europa Oriental, es hermana gemela de la cultura de Europa Occidental, según Arnold Toynbee.

Tampoco debe ser ignorado, que la cultura bizantina de ninguna manera murió, pues pervive en la cosmovisión, en el arte, en el pensamiento, en las tradiciones y en los símbolos de Grecia, de Rusia, de Serbia y de otros países de cuna bizantina.

(Publicado en la «Revista Antártica Siglo XXI. Metafísica, ciencias, arte», de la «Fundación Cultural  A. Castex Siglo XXI», Buenos Aires. Número 10, Octubre de l998.)