El
artículo no existía en latín clásico. Las palabras se entendían
determinadas o indeterminadas por el sentido de la frase o por los adjetivos que
acompañaban a los sustantivos.
En
el latín posterior comenzó a usarse el adjetivo-pronombre demostrativo ille,
illa, illud, con carácter de artículo; el cual da los artículos EL, LA,
LOS, en castellano (la primera mitad del masculino dio el il
latino, la segunda mitad el le francés,
y, con metátesis, el el español).
El
adjetivo numeral unus dio lugar al artículo
indefinido: un, una, unos, unas.
Las
distintas funciones que el nombre realiza en la oración (sujeto o complemento)
se indicaban en latín clásico por medio de la declinación; cada función
estaba representada por un caso y cada caso tenía una terminación característica.
Bien
pronto, en los primeros siglos de la Era Cristiana, los casos eran acentuados
por medio de preposiciones, necesarias dado que cambios fonéticos hacían a
veces idénticos demasiados casos, con la consiguiente confusión. El sufijo del
acusativo fue quedando como forma única.
Quedan,
sin embargo, algunas curiosas supervivencias de las desinencias características
de los casos:
Nominativo:
Deus > Dios; judex
> juez; Felix > Félix;
Carolus > Carlos; y algunos
cultismos, tales como “cráter”, “tésis”, “cutis”.
Genitivo:
los
días de la semana (dies) Martis (día
de Marte), > martes; (dies) Jovis (de
Júpiter) > jueves; (dies) Veneris (de
Venus) > viernes; y los analógicos miércoles (de Mercurio) y lunes (de la
Luna). Los apellidos con el sufijo -ez en
Castilla y Portugal, y -es en Cataluña
y Valencia: Fernández y Hernández (descendientes de Fernando), Pérez (de Petru
> Pero), Martínez (de Martín). En
algunos compuestos, como Sancti Emiteri
> Santander.
Vocativo:
Sancte Jacobe > Santi Yagüe > Yagüe.
El
género: el español ha conservado casi siempre el género de los nombres
latinos. Los terminados en -a (excepción de “día”) se conservan femeninos,
y los en -o (-u
> o), masculinos (excepción de manu).
Algunos
nombres femeninos terminados en -o cambiaron
su terminación en -a (socer
> suegra, amethistu > amatista); o de género (ficu > higo y pinu >
pino se hicieron masculinos).
Nombres
terminados en -e dieron -o
para el masculino (passare > pájaro;
cortice > corcho) y -a
para el femenino (pantice >
panza; fronde > fronda).
Los
adjetivos adaptan su flexión a la de los nombres. Se dividen en dos clases:
a)
Los adjetivos de tres terminaciones se hacen de dos: bonu > bueno; bona >
buena; perdiendo el género neutro.
b)
En los de dos formas brevis-e, quedó
solamente el masculino.
El
singular masculino pierde su final delante de un nombre: buen(o), primer(o),
san(to). Como en el sustantivo, se formó el femenino añadiendo una -a:
peccatore > pecador-a.
De
los comparativos terminados en -or quedan
solamente: mayor (maiore), menor (minore),
mejor (meliore), peor (peiore), y
algunos que han perdido el oficio de comparativos, como: señor (seniore),
prior (priore). El superlativo absoluto -ísimo (-issimu) se generalizó en el siglo XV por influencia italiana.
Sufijos:
en
español hay gran cantidad de sufijos de diferentes procedencias. De los muchos
que pasaron del latín, daremos los principales:
-ada < -ata : tempor-ada, ri-ada; -al > -al : peñasc-al, parr-al; -ajo < -aculu : verg-ajo; bad-ajo; -an < -ane : catal-án; -ano < -anu
: valenci-ano, tempr-ano; -anza < -antia
: veng-anza, tard-anza; -azo < -aceu
: plum-azo, navaj-azo; -ero < -ariu
: horn-ero, luc-ero; -dor < -tore :
empera-dor, hablad-or; -dura < -tura :
toerced-ura; -illo < -ellu :
an-illo, pest-illo; -iego < -ecu :
mujer-iego; -ín < -ine : mallorquín;
-ísimo < -issimu : cert-ísimo,
nov-ísimo; -iño, de origen español y muy usado en gallego: fill-iño, rub-iño;
-ia, de origen helénico y venido en
palabras griegas que analógicamente se propaga a otras como en “melancolía”, “señoría”; -miento < -mentu : manda-miento, desmereci-miento (en cultismos no diptonga:
ligam-ento, ornam-ento); -uelo < -olu
: hij-uelo, pañ-uelo; -ón < -one :
boquer-ón, bofet-ón; -oso < -osu :
orgull-oso, bondad-oso; -ura < -ura :
hermos-ura, calent-ura; -esa :
cond-esa, princ-esa (en voces cultas se convierte en -isa, como poet-isa, sacerdot-isa); -ismo : ideal-ismo, impresión-ismo, helen-ismo; -aico
: algebr-aico, jud-aico; -esco :
caballer-esco, burl-esco; -isco :
aren-isco, levant-isco; -ista :
rent-ista, reali-ista.
Casi
todos estos sufijos fueron introducidos al español a través del latín. En
cambio, de origen árabe, nos quedan
los terminados en -í, como maraved-í,
marroqu-í, Alfons-í, alhel-í. De origen germano:
-ango, -engo, -enco, -ongo, -ungo, se
cree que procede de –ig : real-engo,
abad-engo: -ardo : Bern-ardo. Ibéricos:
-arro, -orro, -orrio, -urro : cat-arro, vil-orio, band-urria; de
origen incierto, aunque algunos etimologistas dan el germano como lugar de
origen: -eta, -ete, -ito, -ote, -uto :
corn-eta, color-ete, chiqu-ito, isl-ote, can-uto; se está en duda con -ico
(de tanto uso en Aragón); Per-ico, papel-ico; y anco, enco : barr-anco,
zop-enco.
Prefijos:
como
prefijos latinos se usan las preposiciones: ab-stenerse, contra-pelo,
com-placer, con-doler, des-leal, extra-ordinario, inter-poner, per-cibir,
pos(t)-data, pre-fijo, pro-poner, sin-vergüenza, su(b)-poner, tra-ducir,
trans-cribir, etc.
Los
griegos son de procedencia culta, como la a-
que denota privación: a-teo (sin Dios), a-fónico (sin voz); meta
significa tras: metá-fora, hiper, hipo,
significan encima, debajo:
hiper-tenso, hipo-tenso.
La pérdida de los casos y la
flexión del nombre fue motivada por el uso constante de las preposiciones para
paliar homogeneizaciones fonéticas; sin embargo, en el pronombre persistieron más,
aunque no toda la flexión completa, así como, en muchos casos, también el género
neutro.
Demostrativos: los
demostrativos hic, haec, hoc, se
perdieron, excepto en unas pocas palabras (hoc
+ annu > hogaño, hac + hora <
agora < ahora).
Formas derivadas de iste,
ista, istud : iste > este, ista >
esta, istu > esto, istos
> estos, istas > estas.
Formas derivadas de ipse,
pisa, ipsum : ipse > ese, ipsa >
esa, ipsu > eso, ipsos
> esos; ipsas > esas.
Para suplir a estos últimos,
se formaron unos nuevos con el pronombre personal ille, illa, illud y el adverbio demostrativo eccu : eccu + ille >
aquel, eccu + illa > aquella, eccu
+ illu > aquello, eccu + illos >
aquellos, eccu + illas > aquellas.
Eccu pasó a aqu- influenciado por el atque,
que se empleaba en el latín para dar énfasis a la palabra. Eccu se unió tamién a iste y
a ipse, dando aqueste y aquese, pero
como su significado era igual que este y
ese, no se han conservado.
Personales: la declinación del pronombre
personal latino permaneció casi completa en el singular.
Primera
persona: égo > eo > *eio >
yo; mihi > mi, me
> me, cum + me + cum > conmigo; plural: nos > nos, nos + alteros >
nos autros > nosotros.
Segunda
persona: tu > tu, tibi
> ti, te > te, cum + te + cum >
contigo; plural: vos > vos, vos
+ alteros < vos autros > vosotros.
En
latín las preposiciones iban generalmente delante de la palabra con la que
formaban el complemento, excepto en mecum,
tecum, secum, vobiscum. A causa del desgaste (secu > sigo) perdió el valor de proposición, y esto hizo que se
le volviera a añadir otra.
Las
formas “yo”, “mi”, “tu”, “ti”, “nosotros”, “vosotros”,
son acentuadas y “me”, “te”, “nos”, inacentuadas y usadas para el
caso de régimen. “Nosotros” y “vosotros” suplantaron a “nos” y
“vos” en los finales de la Edad Media.
Tercera persona: la forma acentuada proviene del nominativo del singular y del acusativo del plural:
ille
>
él, illa > ella, illu > ello; illos >
ellos, illas > ellas.
illu
>
ello > lo, illa > la, illi
> le; illos > los, illas >
las; illis > les.
Posesivos:
se
derivan del acusativo.
Primera
persona: meu > *mieo > mio, mea
> mie > mi, meos > mios, meas > mis; nostro > nuestro (en español antiguo se decía
“el mío caballo” y “la mi yegua”, y todavía en algunos sitios de
Castilla).
Segunda
y tercera persona: tuu > to, tua
> *tue > tu; tuos > tos, tuas > tus; vostru >
vuestro. Suu > so, sua
> su; suos > sos, suas >
sus. También aquí el femenino suplantó al masculino. Las formas “tuyo”,
“tuyos”, “tuyas” parecen influidas por el posesivo relativo “cuyo” (cuju).
El genitivo del pronombre personal illorum
quedó en francés, catalán y aragonés con el carácter de posesivo (leur
cheval, llur caval, lur caballo).
Indefinidos:
de
la gran cantidad de indefinidos que tenía el latín se han conservado los
siguientes: unu > uno, totu > todo, alter >
otro, solu > solo, aliquod
> algo, aliquem > alguien (de evolución dudosa).
Para
sustituir a los desaparecidos, se crearon otros nuevos: nec + unu > ninguno, (res)nata
> nada. Compuestos de qua-erit >
quiere > quier y quaerat >
quiera, resultaron “quienquiera”, y añadió a qual, “qualquiera”.
Reflexivo: sólo quedaron dos casos, el
acusativo se y el dativo sibi, que por la pérdida de la intervocálica sonora -b-
(tal vez por analogía con mi < mihi)
dio sí, que se utilizó en todos los casos, excepto en nominativo y
acusativo. El ablativo secum se
conservó reforzado por otra preposición cum
+ secum > consigo.
Relativo: ya en el latín español se
redujo al nominativo qui al acusativo quem
> quien, y al neutro quid >
que. En el siglo XVI se creó el plural “quienes”.
Qualem y quales dieron “cual” y “cuales”, con un femenino popular
incorrecto usado en Aragón y Madrid, “cuala”.
Los adverbios españoles se
derivan:
De los latinos adhuc > aun (la n surge
tal vez con por analogía con palabras como non,
bien), hodie > hoy, jam
> ya, magis > mais > más, minus
> menos, non > no, quomodo
> como, multum > mucho, semper >
siempre, nunquam > nunca, bene
> bien, male > mal.
También de preposición +
adverbio: ad + hic > ahí, ad + illic > allí, de +
trans > detrás, ad + ripam >
arriba, de + ex + post > depués, de
+ in + ante (ant. denante) >
delante, de + magis > demás, ad
+ heri > ayer.
De conjugación + adverbio: dum
+ interim > domientre > mientras.
Dos adverbios: jam + magis > jamás; ecc +
hic > aquí, eccu + hac > acá.
Preposición + nombre: ad
+ hora > ahora, ad + atiem >
asaz.
Adjetivo + sustantivo: hac
+ hora > agora, hac + annu >
hogaño, ante + annu > antaño.
Relativo + verbo: qui + sapit > quisabe > quizá.
Los terminados en -mente (brevemente...) son de formación romance.
Perduran las principales
preposiciones latinas: ad > a, ante
> ante, circa > cerca, contra >
contra, cum > con, de
> de, in > en, inter >
entre, pro > por, secundum
> segundo > según,
Las conjunciones españolas proceden:
De las conjunciones latinas et
(átona) > e, et > e > ei > i > y (aunque la grafía et
y e tuvo larga permanencia, su
pronunciación era y), nec > ni, aut
> o, si > si, quando >
cuando.
De adverbio: jam > ya, bene >
bien, magis > mas, post
> pues.
De preposición + adverbio: ad
+ huc > aun, per + hoc > pero.
De adverbio + conjunción: adhunc
+ que > aunque.
De preposición + conjunción:
pro + quid > porque.
Del griego: “maguer” (sin diéresis sobre la u como se suele poner
incorrectamente).
Son palabras con las que
expresamos una emoción y en las que según el modo y aun el gesto con que las
pronunciemos adquieren un valor distinto. Son innumerables, y caso todas de
procedencia española, aunque quedan algunas del latín (¡ah!, ¡heu!).
La
conjugación latina se conserva bastante completa. De las cuatro conjugaciones
que había en el latín escrito (amare,
monēre, legĕre, audire), la primera y la cuarta fueron las que
permanecieron menos alteradas en español. La segunda se fusionó con la
tercera.
Primera
conjugación: recibió los verbos en -are
(amare, implorare, cantare) y
algunos de otras conjugaciones.
Segunda
conjugación: recibió los verbos en -ēre
y -ĕre, como timēre, debēre, legĕre, facĕre.
Tercera
conjugación: la forman los de la cuarta latina (aperire > abrir, dormire >
dormir) y bastantes de los en -ēre
y sobre todo -ĕre (lucēre > lucir, percipĕre
> percibir, petĕre >
pedir, fundĕre > fundir).
Se
llaman formas verbales fuertes las que llevan el acento en el tema (amo, daba),
y débiles las que lo tienen el la terminación (cantaba, cantamos).
El
acento conservó generalmente el lugar que tenía el latín, pero algunas veces,
como en el pretérito perfecto del indicativo, influido por las formas débiles,
lo dislocó, y así en vez de acentuar léi,
dío (de légi, dédit), ha hecho
“leí” y “dio”, debido a la analogía.
Latín
Español
amaba-m
...
abama-s
-s
amaba-t
...
amaba-mus
-mos
amaba-tis
-des > -is
amaba-nt
-n
Quedan,
pues, la primera y tercera persona del singular modificadas, así como las del
plural, siempre por causas fonéticas (el español no mantuvo ni -t
ni -m finales). La desinencia -tis
dio -des (amábades) y se generalizó en -is
a partir del siglo XV.
En
español se conservaron unos tiempos, otros se perdieron, otros cambiaron su
valor y, finalmente, nacieron otros nuevos para suplir los desaparecidos y dar
mayor riqueza al lenguaje.
Tiempos
que se han perdido: futuro imperfecto de indicativo (amabo), el pretérito imperfecto (amarem) y perfecto de subjuntivo (amarevim).
Tiempos
que se conservan: El
presente de indicativo (amo) y de
subjuntivo (amen) y el de imperativo (ama);
el pretérito imperfecto de indicativo (amabam).
Tiempos
que han cambiado de valor: el pretérito pluscuamperfecto de indicativo (amaveram)
y el de subjuntivo (amavissem) han
pasado a formar el pretérito imperfecto de subjuntivo (amara
o amase). El pretérito perfecto
del indicativo (amavi) hizo el
indefinido. El futuro perfecto de indicativo (amavero) se ha convertido en el futuro imperfecto de subjuntivo
(amare).
Tiempos
nuevos: futuro
imperfecto de indicativo (amaré o amar-he, he de amar), potencial (amaría o
amar-hía, habría de amar), y todos los tiempos compuestos: pretérito perfecto
de indicativo (he amado), pretérito anterior (hube amado), pretérito
pluscuamperfecto de indicativo (habré amado); y los de subjuntivo: pretérito
perfecto (haya amado), pretérito pluscuamperfecto (hubiera o hubiese amado),
futuro perfecto (hubiere amado) y el potencia compuesto (habría amado).
De las formas nominales latinas han quedado el presente de infinitivo (amar), el participio de presente (amante), el de pretérito (amado) y el gerundio activo (amando).
Para
la conjugación pasiva se empleó el verbo “ser” con el participio de pretérito,
perdiendo, por tanto, la pasiva latina. En vez de amor, amabar, se utilizó la forma compuesta de los tiempos
compuestos de la pasiva amatus sum, amatus
eram “soy amdo, “era amado”.
amo
amo
timeo
temo
partio
partis
amas
amas
times
temes
partis
partes
ama(t)
ama
timet
teme
partit
parte
amamus amamos timemus
tememos
partimus partimos
amatis amáis
timetis teméis partitis partís
amant
aman
timent
temen
partent
parten
amem
ame
timeam
tema
partiam parta
ames
ames
timeas temas
partias
partas
amet
ame
timeat
tema
partiat
parta
amems amemos timeamus temamos
partiamus partamos
ametis améis
timeatis
temáis
partiatis partáis
ament
amen
timeatn
teman
partiant partan
ama
amad
time
teme
parti
parte
amate
ama
timete
temed
partite
partid
amabam
amaba timebam
temía
partibam
partía
amabas amabas timebas
temías
partibas partías
amabat
amaba timebat
temía
partibat
partía
amabamus amábamos timebamus temíamos partibamus partíamos
amabatis
amábais timebatis temíais
partibatis partíais
amabant
amaban timebant
temían
partibant partían
(La
primera conjugación conservó la -b-
intervocálica, y en la segunda y tercera española, al perder la -b-,
se formó el hiato -ía)
ama(ve)ram
amara
timeram temiera parti(v)eram
partiera
ama(ve)ras amaras timeras
temieras parti(v)eras partieras
ama(ve)rat
amara
timerat
temiera parti(v)erat
partiera
ama(ve)ramus
amáramos timeramus temiéramos parti(v)eramus partiéramos
ama(ve)ratis amarais timeratis temiérais parti(v)eratis partieran
ama(ve)rant amaran timerant
temieran parti(v)erant partieran
ama(vi)ssem amase timessem temiese
parti(vi)ssem partiese
ama(vi)sses
amases timesses temieses
parti(vi)sses partieses
ama(vi)sset amase timesset
temiese
parti(vi)sset partiese
ama(vi)semus
amásemos timessemus temiésemos parti(vi)semus
partiésemos
ama(vi)ssent amasen timessent temiesen parti(vi)ssent partiesen
ama(v)i amé
parti(vi) partí
ama(v)sti amaste parti(vi)sti
partiste
*amaut
amó
*partiut partió
ama(vi)mus amamos parti(vi)mus
partimos
ama(vi)stis
amasteis parti(vi)stis partisteis
ama(ve)runt amaron parti(ve)runt partieron
(La
segunda conjugación española se asimiló en todo a la tercera. La segunda
persona del singular de amar se hizo -é
por analogía con la primera. Para la tercera personal del singular surgió
la forma -ut que originó -ó)
La
pérdida del futuro se suplió con una nueva forma de creación romance, aunque
iniciada en el latín hablado: infinitivo + presente del indicativo del verbo
haber (habeo > haio > heo, e
influida por “hai”, dio “he”, ha(be)s
> has, ha(bet) > ha, habemus
> hemos o habemos, habetis >
habedes > habéis, ha(be)n(t) >
han): amar + hé > amaré, amar + (h)as... etc.
Este
tiempo de creación romance se forma con el infinitivo presente + las formas
apocopadas del imperfecto del indicativo del verbo haber (habebam > ia): amar + hía > amaría, amar + hias > amarías...
etc.
Tiempos compuestos. Indicativo.
Pretérito
perfecto del indicativo = presente de indicativo + participio pretérito: he
amado, has sentido, habéis querido.
Pretérito
anterior = pretérito indefinido (o pretérito perfecto de indicativo) +
participio de pretérito: hube amado, hubiste sentido, hubisteis querido.
Pretérito
pluscuamperfecto = imperfecto + participio pretérito: había amado, habías
sentido, habéis querido.
Futuro
perfecto = futuro imperfecto + participio pretérito: habré amado, habrás
sentido, habrán querido.
Pretérito
perfecto = presente de subjuntivo + participio pretérito: haya amado, hayas
sentido, hayamos querido.
Pretérito
pluscuamperfecto = imperfecto de subjuntivo (formado por el pluscuamperfecto de
indicativo y subjuntivo) + participio perfecto: hubiera o hubiese amado,
hubieramo o hubiésemos amado.
Potencial
tiempo perfecto = potencial imperfecto + participo pretérito: habría amado,
habríamos amado.
El
infinitivo permaneció: amare > amar, colligere > coger.
Participio
de presente ha dejado el valor de verbo y se ha convertido en adjetivos
sustantivos derivados del verbo correspondiente, como “amante”,
“tangente” (de tango = tocar).
También,
de los cuartro gerundios activos que había en el latín culto, quedaron
reducidos a dos en español: amando, temiendo, rompiendo, partiendo.
El
participio del pretérito terminado en -atu
se adaptó para los verbos en -ar e
-itu para la seunga y tercera -atu
> “amado”, “temido”, “rompido” (también roto),
“partido”. Algunos participios, por ser fuertes, han conservado la forma
latina sin recurrir como los otros a desinencias: factu > hecho, dictu >
dicho, mortuu > muerto.
Para mayores detalles pormenorizados sobre los “cómos”, los “cuándos” y los “por qués” de todos estos cambios, consultar la BIBLIOGRAFIA sugerida.