DOS PALABRAS

SOBRE EL PROYECTO

"LOS ASTROLOGOS ASESINOS"

 

 

                                                                    por Jerry Brignone

 

 

    En mis breves palabras de bienvenida al público asistente al estreno teatral de “Los astrólogos asesinos”, comenté que este proyecto había comenzado a acosarme obsesivamente en mi mente y mi alma desde hace unos doce años: un ciclo de Júpiter.

    Y que en gran medida estuvo ligado, en forma paralela, a mi último espectáculo teatral personal, “Memorias de Juliano”, que se había estrenado casi exactamente cinco años antes de esta obra actual. Aquel monólogo, un unipersonal en muchos sentidos de la palabra, había tardado veinte largos años en plasmarse, durante los que casi no pasaba un día sin dejar de pensarlo y abordarlo, a veces con muchísima energía, cuando no fuertes angustias y dolores de parto.

    Esa puesta sobre Juliano a algunos gustó mucho, a otros no: es lo habitual y esperable en el arte. A mí me dejó un poco insatisfecho que el fárrago de cuestiones esotéricas, históricas, religiosas, numerológicas, filosóficas, astrológicas y autobiográficas vociferadas vertiginosamente en escena y en un contexto y una estilística muy peculiar me terminaran dejando la sensación de que el contenido específicamente político, que era para mí quizás el más importante, hubiera sido sepultado o desdibujado por todo aquello otro.

    Y por ello decidí tomar nuevamente el toro por las astas y redoblar la apuesta.

   Dije que “Los astrólogos asesinos” me acosa desde hace unos doce años: al principio esta comedia fue pensada como un tratado de corte sociológico, quizás intercalado con episodios narrativos autobiográficos. Pero con los años eso fue descartado, dando lugar a imágenes y fantasías de una película, de la cual nunca escribí el guión. Y lo impracticable de esa opción en ese momento me fue llevando a considerar seriamente la escritura y perfomance de un monólogo de una drag queen pelada. Luego me distrajo la plasmación de “Memorias de Juliano”, y después de su interrupción por la pandemia del covid, de a poco volvió aquella pulsión de retomar el asunto en teatro desde una perspectiva más específicamente política.

    Hace casi un año la urgencia se hizo más visceral, y visitando las instalaciones del más que centenario Museo Histórico de La Boca, al ver una salita roja con un pequeño escenarito, se me apareció, fulminante como un rayo y definitoria, la imagen de tres actores sentados leyendo, y que así debía ser la estructura y la primera puesta de “Los astrólogos asesinos” (que ya tenía su título).

    Después de meses de esbozos escritos de ideas en general y compilación de frases e imágenes, la obra terminó siendo escrita de un tirón entre la madrugada del 24 de diciembre del año pasado y la del 28 de diciembre: como con la filmación de “Bomarzo 2007”, de nuevo cuatro días. Y como la presentación un 8 de diciembre de 2019 del libro que surgió del espectáculo “Memorias de Juliano”, nuevamente todas fechas clave del calendario cristiano, aunque hubieran sido elegidas no por esa condición sino desde una urgencia personal por no dejar pasar el tiempo, concordada con consideraciones astrológicas.

    A diferencia de aquella obra, “Los astrólogos asesinos” fue primero libro y luego puesta en escena. Para esa instanciación, esa encarnación, otra fecha del calendario religioso volvió a imponérseme por la urgencia de las ganas y el armónico concurso de los planetas: el Viernes Santo de 2024. Porque otras actividades profesionales y proyectos de vida me lo hacían luego imposible, así como también gestionarla con una puesta distinta a esa de teatro leído que dije que se me apareció hace poco menos de un año.

    Una poética del teatro leído que juega paródicamente consigo misma y con la sagrada artificialidad del teatro, de la ficción más vital imaginada por el género humano. Y con la fuerza del teatro: puro, desnudo. En ese sentido, jugar con esa poética con poquísimo o casi nulo tiempo de ensayos fue todo un experimento. Muchas de mis puestas y creaciones a los largo de estas décadas se destacaron por su cualidad experimental y por el vértigo de lo performático casi improvisado: apuestas que en general salieron muy bien (al menos para mi gusto; y cuando no fue así, aprendí mucho también, sobre todo de los moretones).

    Agradezco de corazón al público que nos acompañó para este experimento en ese feriado larguísimo de seis días que impuso el calendario, y más todavía en un día tan especial, que para muchas personas es de recogimiento espiritual. Fue un acompañamiento cálido y entusiasta cuya recepción positiva nos llenó luego de alegría y alivio. Así como la invalorable colaboración en la sala de personas queridas que ya habían formado parte esencial de las presentaciones de mi libro de Juliano en 2019 y en 2023 de la del “Manual de astrología aplicada: Los astros de Bomarzo 2007”, exactamente un año antes de "Los astrólogos asesinos".

    Pero desde luego que aún más todavía agradezco infinitamente a los tres actores que pusieron su cuerpo y alma en esto: Kelvin Urdaneta, Cristina De Lorenzo y Angie Calles (mencionados por orden de aparición en el proyecto). Por su plena confianza, y por su tiempo y energía: sin esa entrega, nada de lo sucedido podría haber tenido lugar este 29 de marzo pasado. No sólo les agradezco el haberme honrado con su consagración a la propuesta, sino también por la alta calidad de sus resultados, que me inspiró nuevas ideas para este proyecto “Los astrólogos asesinos”.

    Que sin duda es un proceso. Un verdadero working process o work in progress que tuvo otra instanciación en el libro impreso en papel, tan amorosamente presentado tres horas después de la función teatral por mi marido Kelvin Urdaneta, quien también actuó en el estreno: un hombre de teatro con décadas y decenas de experiencias de puestas en escena como actor, director y actor, tanto en Venezuela como en otros países, incluida Argentina, y como docente teatral en universidades de Maracaibo, donde había obtenido su licenciatura en Comunicación Social. Sus palabras fueron un bálsamo espiritual y resonaron muy sentidamente en las muchas personas que acompañaron al estreno y luego la presentación propiamente dicha, que tuvo lugar, apropiadamente, en el histórico café porteño Petit Colón. Por todo ello y por tantas cosas más, Kelvin, ¡gracias desde el alma!

    Y también gracias a quienes me acompañaron de distintas maneras en todo este proceso, incluyendo el texto que le nació escribir espontáneamente al filósofo Sergio Elías Zillo apenas leyó la obra en enero de este año, antes de ser publicada, y que comparto en este sitio web. Porque un proceso, como todo lo procesual, no es del todo claro a dónde va llevando: sin embargo avizoro claras posibilidades. Hay imágenes, ideas locas. Muy locas y ambiciosas. 

    Y hubo y hay sobre todo mucho amor, que he recibido con los brazos abiertos de hermosos seres muy apreciados y con toda la gratitud que me es posible y para la cual toda palabra es siempre insuficiente. Aunque merecida y necesaria.

    “Los astrólogos asesinos” tiene muchas sorpresas para darnos en el futuro. Muchas.

    A todos los que permitieron que así sea:  ¡GRACIAS!

                                                                                                                                            Jerry Brignone
                                                                                                                                        31 de marzo de 2024
 

 

 

 

 

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