Enseñanza e investigación
en Astrología |
En el marco de este
encuentro y de la celebración de
su
continuidad, quisiéramos aportar
algunas reflexiones sobre la enseñanza y la investigación en
Astrología, actividades que, en grados diversos, caracterizaron al
Centro Astrológico de Buenos Aires (CABA) desde su creación hace
tantas
décadas.
La Astrología, ciencia milenaria cuyo
amor hermana a todos los presentes en este Encuentro, es un lenguaje
simbólico que explora la identidad fundamental entre nuestra vida y
el Cosmos a través del estudio serio y sistemático de las
correlaciones entre ciertos fenómenos celestes y ciertos fenómenos
terrestres.
Podría decirse que su práctica
contemporánea transita básicamente tres corrientes: 1) la de difusión
masiva presente en los medios de comunicación, asumidamente frívola
en cuanto entretenimiento y excusa para el encuentro humano, elemental
y, en general, de un discurso simplista que falsifica la práctica
astrológica tradicional; 2) la de orientación cientificista,
relativamente reciente y de gran eficacia en su aplicación de
rigurosas técnicas estadísticas que validan gran parte de los
principios astrológicos tradicionales y generan asimismo nuevos
conocimientos; y 3) la de orientación psicologista (llamada Astrología
Humanística), que apunta al autoconocimiento y al desarrollo y
evolución personales a partir de la autocomprensión referida a un
marco de existencia trascendente, tal como el que naturalmente nos
ofrece el cielo.
Sin
excluir, por supuesto, otras prácticas orientadas a los individuos o
a las comunidades que toman aspectos tradicionalmente considerados por
este saber, tales como los médicos, políticos, mánticos, etc.,
podemos afirmar que a partir del interés generado por la difusión en
los medios y de las corroboraciones brindadas por la corriente de
orientación cientificista, la Astrología Humanística es la
actividad más difundida en la actualidad, dada la posibilidad de un
aprovechamiento individual de este conocimiento.
Es sabido que la Astrología ha recorrido en Occidente un camino harto
accidentado, el cual incluyó su virtual desaparición durante parte
de los siglos XVIII y XIX por la hegemonía de cosmovisiones
racionalistas y materialistas que la consideraban inadecuada como vía
de conocimiento. Su resurgimiento en Europa se dio en el marco de
creación de la Sociedad Teosófica y el interés renovado, tanto romántico
como científico, en antiguos saberes que otrora gozaran de alta
estima.
El suelo argentino recibió una enorme corriente de inmigrantes que
vino a refugiarse huyendo de los conflictos universales. Los
integrantes de la Sociedad Teosófica y de la Hermandad Rosacruz
brindaron a sus seguidores los rudimentos de la Astrología, y junto a
ellos, la acción pionera de un puñado de astrólogos que se
trasladaron a estas tierras desde sus lejanos países de origen
trayendo la llama de su conocimiento en la materia. Su generosidad y
capacidad de transmitir el saber despertó numerosos adeptos, y el
espontáneo y desordenado
entusiasmo inicial se prolongó durante la primera mitad del siglo XX,
hasta llegar, en la década del sesenta, a lo que sería el primer
intento de consolidar una estructura formal para la divulgación
astrológica.
Norbert Pákula, nacido en Alemania y formado en la Astrología en
Francia durante su adolescencia, desde 1945 ya venía dando ciclos de
charlas y clases con la asistencia de numeroso público en veladas que
se alargaban con jugosas tertulias astrológicas. Desde hacía tiempo
se venía hablando de fundar las bases para una actividad organizada
en Buenos Aires, y junto con el ingeniero Víctor Algasovsky, la noche
del 19 de abril de 1961, después de una conferencia de Norbert Pákula,
y casi al pasar, se creó el Centro Astrológico de Buenos Aires, a
las 21:25 hs.
Inmediatamente se convirtió en el principal lugar de referencia y de
encuentro para los astrólogos del país. Estuvo íntimamente
vinculado al descubrimiento del Sistema Topocéntrico de Casas, creado
por Vendel Polich y Anthony Nelson Page, y a través de su trabajo
editorial ha sido su principal difusor en los países de habla
hispana. A raíz del fallecimiento del señor Eloy Ricardo Dumón,
quien fuera durante veinticinco años su director, el Centro Astrológico
de Buenos Aires tomó el carácter de Fundación el 18 de Diciembre de
1991 a las 18:36 hs. Además de ser la asociación astrológica más
antigua del país, es también la de mayor continuidad y proyección
internacional.
Desde su creación, se ha caracterizado por su eclecticismo y por su
voluntad de incluir lo mejor de las diversas corrientes astrológicas,
tanto tradicionales como de vanguardia. De este modo, le ha tocado al
Centro Astrológico de Buenos Aires el ser no sólo pionero en la
Argentina al instituir una entidad dedicada exclusivamente al tema,
sino también importando y creando líneas astrológicas fundamentales
que son hoy de uso corriente en nuestro medio. Desde un primer momento
ha centrado su actividad en la formación de astrólogos con una base
seria y amplia, enriquecida a través de los años a través de la
investigación, la constante capacitación de los docentes y el
desarrollo de su Plan de Estudios
Las
actividades de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires,
entidad sin fines de lucro consagrada al desarrollo de la Astrología
en la Argentina, incluyen así
la enseñanza de la Astrología a través de cursos regulares de
capacitación, talleres y seminarios de especialización, ciclos de
conferencias y debates, publicaciones, servicios de informes y de
computación para astrólogos y una biblioteca pública sobre el tema.
Todo ello reflejado en los estatutos de la Fundación, reafirmación
de los objetivos iniciales del CABA:
“La
Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires es una entidad sin
fines de lucro avalada por décadas de actividad ininterrumpida y
reconocida nacional e internacionalmente en pos de una mayor difusión
y optimización de la Astrología.
Intentando
fomentar la consciencia de integración a la totalidad históricamente
intrínseca a este Arte y Ciencia, la Fundación se ha propuesto dar
un nuevo paso en el aporte a distintas áreas de interés comunitario:
médica, psicológica, humanística, sociológica, comercial, pedagógica,
etc.
Para
ello tiene como objetivos inmediatos la creación de una carrera
formativa equiparable a estudios de nivel universitario, la creación
de una biblioteca pública de astrología tradicional y moderna y
disciplinas afines, la realización de ciclos de conferencias y
seminarios, la organización de encuentros a fin de promover el
intercambio humano y temático entre todos los astrólogos y
estudiantes del país, así como del medio local con la comunidad
internacional, el auspicio de encuentros interdisciplinarios con
profesionales reconocidos en sus respectivas áreas de competencia, la
difusión de materiales atinentes a esta disciplina a través de
boletines y apuntes, la creación de un banco de datos computarizado y
el auspicio de grupos de investigación.”
Estos objetivos se hacen más imperiosos hoy en día, en que la imagen
que gran parte de las personas tiene de la Astrología está
francamente desvirtuada por su vulgarización a través de los medios
masivos de comunicación, con sus horóscopos diarios, los programas
de entretenimientos y las predicciones anuales para signos solares (más
allá del beneficio de la divulgación del léxico específico que éstos
promueven). No pareciera ser necesaria ningún tipo de capacitación
para tal práctica mediática, y los astrólogos modernos sabemos que
efectivamente así es, pues solo basta con mínimos talentos de
escritor o histrionismo, unidos a un alto grado de cinismo.
El
clima efectista mediático y su culto a la personalidad instantánea
generan en la sociedad una contracara, apenas más creible en su
superficie, que es la de una Astrología supuestamente profunda desde
el punto de vista psicológico o, inclusive, espiritual. El imperio
casi hegemónico del enfoque Humanístico al principio aludido, con su
acento en las cualidades subjetivas y vivencias internas de la persona
interpretada, más allá de sus magníficos e innegables valores,
tiende a extender al intérprete mismo este acento, evitando los sanos
controles externos al propio juicio para su eventual reajuste, tales
como la realidad misma o datos materiales de índole más objetiva.
Esta
virtual impunidad (exacerbada en el caso de incluir afirmaciones
reencarnacionistas, generalmente imposibles de verificar
objetivamente), se halla promovida por gran cantidad de publicaciones,
algunas muy populares, que, unidas a la inmensa facilitación del cálculo
que permiten las computadoras en la actualidad (inclusive en medios públicos,
tales como Internet), se ofrecen como particularmente atractivas para
quienes aspiran, con el mínimo esfuerzo de capacitación posible, a
un conocimiento y, sobre todo, a algún tipo de impacto en otras
personas o la sociedad en general, sea para fines comerciales
personales o de gratificación narcisista. No es de sorprender que
haya entonces tantos practicantes de la consultoría, autores,
editoriales y escuelas que exploten y fomenten esta tendencia, y que
las generaciones sucesivas formadas en esa línea, intuyendo lo
endeble de su supuesto saber, adopten como compensación actitudes
soberbias o arrogantemente defensivas.
Se
arriba a un estado de las cosas (notable en la Astrología
norteamericana sobre todo en las décadas del ´70 y ´80, e
inevitablemente influyendo luego en la de todo el mundo), en el que la
innovación, el personalismo y el facilismo se tornan imperantes,
generan por otra parte dogmatismos, y en donde, para dar visos de
credibilidad a lo inaceptable, se acude al descrédito de la tradición
astrológica y de quienes la estudian, así como, más grave todavía,
la búsqueda muy deliberada del ofuscamiento del entendimiento ajeno,
exactamente lo opuesto de aquello que entendemos que le es inherente a
la Astrología, es decir, el desarrollo de nuestra consciencia y,
consecuentemente, nuestra integridad como seres vivientes.
Muchos
practicantes y teóricos de la Astrología acuerdan en que ésta
justamente integra rasgos de tres prácticas centrales para el ser
humano desde sus orígenes, a saber, lo que comúnmente llamamos
ciencia, arte y religión, sin ser plenamente ninguna de las tres, al
menos en el sentido moderno de estos términos. Y así como para las
ciencias la modernidad ha desarrollado universidades y centros de
investigación, para la formación de artistas serios ha desarrollado
conservatorios, y para las religiones no individuales, iglesias u
otras formas de institucionalización. Todo ello demuestra que en
dichas prácticas la sociedad estima que hay valores relativamente
estables, transmisibles a través de la enseñanza, y que la
capacitación permite el desarrollo y creación de nuevos contenidos y
valores para la comunidad.
En
nuestra definición inicial de la Astrología hablamos del estudio serio
y sistemático de correlaciones celestes y terrestres. Sea arte,
ciencia o religión, hoy más que nunca se impone la noción de
“seriedad”, no en el sentido de falta de alegría o de
acartonamiento, sino en el de una actitud responsable e inteligente
ante este conocimiento, basada en la información, la observación, el
esfuerzo y el discernimiento crítico.
Muchas
son las vías para promover dicha actitud, e idealmente deberían
interactuar entre sí: la divulgación de sus contenidos
genuinos en distintos ámbitos (sean reducidos o masivos,
especializados o legos); la capacitación personal, sea
mediante estudios astrológicos autodidactas, o con individuos o
centros de enseñanza creibles, así como en toda área del saber y de
la cultura que pudiera serle accesible al sujeto y que pudiera
enriquecer su comprensión de este objeto de estudio, incluido el
propio desarrollo personal; la investigación rigurosa (muy
diferente a la mera reflexión apresurada sobre unos pocos casos o
ideas venidas al vuelo y que hoy se suele autodenominar como tal),
tanto solitaria como grupal; la promoción de publicaciones,
sea desde la escritura o desde la edición, que permitan difundir
nuevas visiones o revalorizaciones de contenidos perennes surgidos de
la investigación; la creación y desarrollo de bibliotecas públicas
que atesoren, clasifiquen y pongan a disposición de los estudiosos el
acerbo de lo publicado hasta el momento; la promoción de diversos encuentros
(congresos, ciclos de conferencias, mesas redondas) entre astrólogos,
tanto entre sí como con profesionales de otras disciplinas, a fin de
intercambiar visiones y enriquecer el conocimiento a partir de la
experiencia ajena y el sano debate; y, por supuesto, la práctica
cotidiana de este saber mediante su aplicación en la consultoría,
encarada con grados básicos de responsabilidad y respeto hacia sus
destinatarios, así como un espíritu corporativo que subraye
lo que nos une a los practicantes de la Astrología entre nosotros y
con el resto del mundo en general, en vez de exacerbar las diferencias
para fines personales.
Todas
estas vías vienen siendo transitadas desde hace siglos y de diversos
modos, y Buenos Aires, internacionalmente reconocida por su quehacer
astrológico, lógicamente (y afortunadamente) también las contiene.
No haremos un relevamiento pormenorizado de cada una de ellas, ni de
las personas o instituciones que en nuestra opinión más dignamente
las han llevado adelante (incluidos quienes han pasado por el mismo
CABA), sino que plantearemos algunas preguntas respecto de la enseñanza
y la investigación astrológica propiamente dichas, sobreentendiendo
que éstas estarán a priori optimizadas en la medida en que
todas las otras actividades antes mencionadas se hallen más o menos
disponibles.
No
sabemos con seguridad cómo se daba la formación del astrólogo
caldeo y egipcio, pero podemos imaginar un poco mejor qué rasgos
tendría la transmisión de este saber en la primer escuela occidental
de Astrología fundada por Beroso en la isla de Cos (330 a. de C.), o
en la interacción de investigadores y eruditos de la Biblioteca de
Alejandría durante la época helenística. Retomando la idea de que
ciertos saberes son asequibles, transmisibles y que su adecuada
asimilación crítica permite no solo su continuación sino también
su desarrollo, nos preguntamos:
¿El
saber astrológico, de una variedad inmensamente rica a lo largo de
los siglos, culturas e individuos por los que transitó, debiera
intentar enseñarse en su totalidad, y no sólo un aspecto idiosincrático
del mismo que nos parezca más relevante?
¿El
acto de la lectura, las clases teóricas, la incitación al estudio
esforzado, las ejercitaciones prácticas, las evaluaciones y las
calificaciones, son medios adecuados de aproximación, aunque fuera
parcial (si bien privilegiado) a la Astrología, como preparación
para el futuro investigador y practicante?
Asimismo,
si fueran medios adecuados, ¿son preferibles a otras formas
supuestamente más instantáneas y no esforzadas de aprendizaje?
¿Es
mejor fomentar la capacidad crítica del estudiante, sin desechar el
respeto a las visiones previas, de modo que pueda interpretar
genuinamente desde su propio criterio, relajadamente apoyado en
algunos preexistentes, y sin tener que decir o pensar constantemente
“Como dice X, ...”?
¿Es
deseable que el estudiante conozca las bases de la mecánica celeste y
matemática que sustentan la práctica astrológica, y que no dependa
exclusivamente de información y cálculos anónimos y ajenos? ¿Es válido incitar al estudiante a explorar profundamente todos los aspectos de la compleja trama de saberes emparentados que comporta la Astrología?
¿Es
preferible acceder a la Astrología a través de diversas personas,
con el beneficio de enriquecerse por sus diferentes visiones y
culturas (en el sentido amplio), no necesariamente coincidentes?
¿Es
aconsejable fomentar en el estudiante el equilibrio entre la prudencia
ética y el riesgo interpretativo, generando interpretaciones hipotéticas
verificables que inmediatamente pondrá a prueba contrastándolas con
la observación de la realidad?
Es
claro que las preguntas son retóricas, pues en todos los casos es
evidente que creemos que la respuesta es “Sí”, y que ésta es una
base excelente para la generación de una masa crítica de estudiosos
de la Astrología que puedan generar investigaciones realmente
enriquecedoras del saber, o al menos capaces de discernir lo mejor de
lo peor, lo válido respecto de la pura moda, lo sincero respecto de
la impostura y lo realmente eficaz respecto de lo puramente
especulativo. Y, gracias a dicho discernimiento, valorar, aprovechar y
desarrollar lo mejor del fruto de investigaciones ajenas, previas o
contemporáneas. Respecto de por qué y cómo lo creemos así, a ello
dedicaremos la hora disponible para la Fundación en este Encuentro.
No
se nos escapa que el tema de la investigación y, sobre todo, la enseñanza
de la Astrología, así como los otros caminos para su desarrollo
antes mencionados, están todos esencial y profundamente teñidos de
consideraciones éticas o morales. Si bien desconfiamos de aquellos
que pregonan una ética (sea en el orden astrológico o en el
extra-astrológico), pues suelen ser los primeros demonios de su
propia prédica, es innegable que hay una Astrología “buena,
hermosa y verdadera” (y cada uno sabrá cuál o cuáles son para sí),
y que hubo y hay mucha mentira, tontería y vileza disfrazada de
Astrología, y no solo en los medios masivos de comunicación.
Defender y promover una, por un lado, y señalar y no fomentar la
otra, por el otro, son caminos necesariamente diferentes, conductas
inevitablemente cargadas de dimensiones éticas y que muchas veces
significaron toda una vida (y hasta a veces la muerte) para
innumerables seres humanos que nos precedieron. Es por ello que a los
estudiantes de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires, al
finalizar sus estudios y en el acto de entrega de Diplomas, se los
invita a firmar el
Código de Ética
(que
ha figurado siempre en
el
sitio web del Caba) y
que toma como modelo a otros preexistentes, como símbolo de aquello a
lo que la Fundación aspira, intentando comenzar por el ejemplo de la
propia conducta. El actual Consejo de Administración de la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires intenta seguir llevando adelante las consignas de sus Estatutos y de su propia historia, apoyándose en un amplísimo elenco de profesores, todos ellos profesionales independientes, en muchos casos de reconocida trayectoria y especialización en su materia, los cuales dictan clases de lunes a viernes en cuatro turnos de cursada (12, 14.30, 17 y 19.30 horas), acompañados desde hace más de treinta años por nuestra Secretaria Académica, Inés Chaves, Vicepresidente Primero de la Fundación.
Las
personas pasan, las instituciones quedan. Y cuando las instituciones
también pasan, pues todo está sometido al devenir, el espíritu que
las animó, en algunos casos, también queda. Esperamos, pues, que la
Astrología continúe en Argentina y en todo el mundo aquel digno
camino que la acerque cada vez más al elevado estatuto que merece en
la vida del ser humano.
EL
CONSEJO DE ADMINISTRACION
Jerónimo Brignone, Director de Estudios
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